Cuando éramos estudiantes y pobres (además de pobres estudiantes), mis amigas y yo solíamos aprovechar los vales de promoción «2×1» que una famosa cadena de pizzerías regalaba con cada entrada de cine. Cuando juntábamos tres entradas, nos entregábamos a un festín de carbohidratos y grasas que nos zampábamos como si no existiera un mañana.
Es decir, mi relación con las masas de pizza arranca de lejos. Luego vendrían las primeras masas caseras y las esperadas noches de los jueves, y poco a poco, esa (cada vez más íntima) relación se fue afianzando.
Las pizzas y yo nos conocemos tanto que a estas alturas me dejan hacerles todos los experimentos imaginables: rellenarlas con queso, cubrirlas de salsa pesto, de manzana y nata, de huevos escalfados…
Y ellas, pese a mis bicherías, siempre cumplen, porque siempre (siempresiempre) salen bien.
Quizá haya sido cosa del verano, que me hace recordar la inevitable sesión de prueba y descarte de faldas, lo que me hace recordar que debería rescatar la dichosa báscula de allá donde demonios la guardé, lo que me hace recordar esos felices carbohidratos y grasillas de más que ahora se toman la revancha…
El caso es que, aunque no sea jueves, hoy va de pizzas. Deliciosas, bonitas y en porciones individuales, para que nadie se pelee por la última ración:
Por un momento pensé en preparar estas espirales con masa de hojaldre, pero la mantequilla pesó en mi conciencia (y en mis potenciales cartucheras) y flaqueé en el último momento.
De todas formas, si vuestra conciencia tiende a salir de paseo, os animo a que aprovechéis para probarlas con un buen hojaldre casero.
Yo he utilizado una receta básica para masa de pizza al 60% hidratación (no es excesivamente húmeda y se trabaja muy bien) que contiene tanto agua como aceite de oliva. El aceite da sabor y textura y ayuda a que no tengamos que incorporar demasiada harina en el amasado. Yo suelo sazonar la masa con orégano en polvo, aunque en este caso empleé hojas de albahaca fresca.
Y como intuyo que os quedaréis con ganas de más, id pensando en la próxima hornada: ¿qué tal con un poquito de pesto en la masa?
Buenísimas.
Ingredientes:
Ingredientes para la masa:
* 300 gr harina
* 120 gr agua tibia
* 60 gr aceite de oliva virgen extra
* 3 hojas de albahaca fresca (o una cucharadita de albahaca seca)
* 5 gr levadura seca de panadería
* 5 gr (una cucharadita) sal
Ingredientes para el relleno:
* 3 cucharaditas de puré de tomate concentrado
* chorizo (o jamón) cortado en tiras
* 3 tomatitos en aceite
* queso parmesano rallado
* queso emmental, cheddar y mozzarella
* albahaca fresca
Para preparar la masa mezclamos todos los ingredientes (excepto la sal) en un recipiente grande:
A mano o con ayuda de unas varillas de amasar trabajamos la masa hasta que comience a compactarse. En ese momento añadimos la sal.
A máquina el tiempo necesario para que la masa quede fina y tersa es de unos 8 minutos. A mano seguramente lleve un poco más.
El resultado debe ser una bola elástica y perfectamente tersa:
Tapamos el recipiente con un paño o un plástico y dejamos que fermente en un lugar cálido (el interior del horno encendido a 33ºC es perfecto) durante 1 hora, o hasta que haya doblado su volumen:
Enharinamos ligeramente la superficie de trabajo y volcamos la masa:
Utilizando un rodillo, estiramos la masa hasta formar un rectángulo de unos 30x45cm:
Repartimos el puré de tomate y las hojas de albahaca sobre la masa, dejando un pequeño margen sin pintar en los extremos más largos del rectángulo:
Agregamos el chorizo o el jamón en tiras y los tomatitos finamente troceados:
Cubrimos la masa con el queso parmesano, emmental, cheddar y mozzarella (¡abundantemente!):
Enrollamos la masa, como si fuera un brazo de gitano, por el lado más largo y lo sellamos bien:
Cortamos rebanadas de 2cm de grosor:
Las vamos colocando sobre una bandeja de horno cubierta con papel sulforizado dejando suficiente espacio entre ellas (yo obtuve en total 15 espirales que no me cupieron en una sola bandeja):
Tapamos la bandeja con un paño y dejamos reposar la masa por segunda vez unos 15-20 minutos:
Introducimos la bandeja en el horno, previamente calentado a 200ºC, a media altura, durante 13-15 minutos (ojo: ¡cada horno es diferente!) o hasta que el queso esté fundido.
Así recién hechas es como mejor están, pero podéis prepararlas con antelación y darles un golpe de horno antes de servirlas.
¡Buen provecho!
Tiempo: 1 hora (1ª fermentación) + 20 minutos (2ª fermentación) + 15 minutos (horneado)
Dificultad: baja