Siento una renovada simpatía por Agatha Christie al leer sobre sus dificultades para hacerse con un guardarropa adecuado antes de sus expediciones veraniegas, tal y como describe en el delicioso «Ven y dime cómo vives». Me la imagino con su traje safari estilo «esposa de los Fundadores del Imperio» catalogando piezas de cerámica a la sombra de una rudimentaria tienda de campaña, a cobijo del sol y la arena.
Ése no es exactamente mi plan estival, pero el hecho de que nuestras vacaciones incluyan senderismo, volcanes, muchos mosquitos (maldita sea), frondosos bosques, playas, sol, frío, calor y altas probabilidades de lluvia, me recuerda un poco a su situación, llegado el momento de elegir el contenido de la maleta.
«Lleva un poco de todo», oigo decir a mi espalda.
«Un poco de todo» es un buen consejo cuando estás frente a un puchero de lentejas y no sabes si echarles chorizo o verdura. ¡»Un poco de todo» es la respuesta perfecta!
Pero en el complejo mundo del Empaquetado De Viaje, donde cada centímetro cúbico de espacio es tremendamente valioso y un pliegue de más en un pantalón puede mandar al traste horas de minucioso cálculo, la consigna es justamente la contraria.
Cuando viajas con alguien que lleva varias cámaras de fotos y lentes, múltiples juegos de filtros y adaptadores, además de metros de cable y un par de cargadores de baterías, y te señala un hueco reducido en la esquina inferior derecha de la maleta (del tamaño de un bolsillo de camisa): «ésa es tu parte», te resignas e intentas autoconvencerte de que en realidad, la muda diaria es un lujo socialmente sobrevalorado.
De todas formas, aunque intentes ceñirte a lo estrictamente necesario (según él, todo lo anterior es estrictamente necesario), te dejarás olvidado (un año más) el cepillo de dientes. E inevitablemente volverás a casa con ropa que no te has puesto, zapatos que no has necesitado y libros que no has abierto.
Mientras mi equipaje parece sufrir del mismo mal que mis faldas (encoje a un ritmo incontrolado), me estoy despidiendo de todas esas otras cosas que, por desgracia, no caben en mi maleta.
Por ejemplo, estos vasitos de tiramisú con galletas de chocolate…
Si es que soy una sentimental.
Mientras me planteo muy seriamente colar una tarrina de mascarpone en el bolsillo exterior de la maleta, caigo en la cuenta del peso.
No el mío. El de la maleta.
Porque la Segunda Ley del Empaquetado De Viaje advierte: «cualquier equipaje de mano que en casa propia se mantiene en el límite de unos razonables 10 kilos, triplicará su peso en el momento de izarlo y meterlo en el compartimento del avión».
¿En qué momento tu pequeña y compacta maletita de cabina se ha convertido en una cría de elefante? Misterio.
Como se me dan muy mal las despedidas, he procurado incluirlo todo en este tiramisú: mascarpone, chocolate, nata, cacao, galletas…
La receta original para el relleno es de «Recipe Tin Eats» y es fácil, auténticamente italiana (con huevo, café y un buen chorro de licor) y deliciosa.
Creo que puedo sobrevivir 23 días sin mudas, pero… ¿sin mascarpone??
Ingredientes (para 6 vasitos de 200ml):
Ingredientes para el relleno:
* 3 yemas
* 3 claras
* 45 gr tagatosa (o 90 gr azúcar)
* ½ cucharadita extracto de vainilla
* 250 gr mascarpone
* un café expreso solo doble (bien cargado)
* 2 ó 3 cucharadas de Amaretto o Frangelico
* 12 galletas cubiertas de chocolate (yo utilicé galletas Virginias de chocolate con leche B-San sin azúcar)
* sirope de chocolate (opcional)
Ingredientes para la cobertura:
* 230 gr mascarpone
* 150 gr nata líquida para montar (35,1% mg)
* 1 cucharada sopera rasa de tagatosa (o 2 cucharadas soperas rasas de azúcar)
* cacao puro Valor en polvo desgrasado y sin azúcar (para espolvorear)
En primer lugar preparamos un café solo (sin azúcar ni leche) con doble carga (buscamos un aroma intenso)
Es preferible no emplear café instantáneo: si hay que pedir prestada a los padres la cafetera italiana y un cacillo de café molido, se pide.
Agregamos 2 ó 3 cucharadas de licor (Amaretto o Frangelico es lo que mejor combina):
Dejamos que se temple.
A continuación preparamos el relleno.
En un recipiente grande batimos a alta velocidad las yemas con el azúcar (o tagatosa) durante 12 minutos, hasta que se forme una crema ligera:
Añadimos la cucharadita de extracto de vainilla (o el contenido de una vaina de vainilla natural) y el queso mascarpone:
Batimos a baja velocidad, lo justo para que el mascarpone se disuelva:
Reservamos.
En un recipiente a parte batimos las claras a punto de nieve:
Con ayuda de una espátula, incorporamos las claras poco a poco a la mezcla de yemas, removiendo con cuidado de que no bajen demasiado (yo lo hice al revés: incorporé las yemas a las claras y no noté que perdiera cuerpo):
Reservamos.
A continuación, montamos el tiramisú.
Dejamos en remojo las galletas de chocolate un par de minutos en el café (ya frío) para que se empapen bien.
Si empleáis galletas con cobertura, el café no podrá penetrar tan bien y no se reblandecerán. En mi caso, no es demasiado problema porque me gustan las galletas crujientes, pero si buscáis una textura más abizcochada, dejad que las galletas se impregnen, aunque es posible que se rompan al sacarlas del café (esto tampoco supone mucho problema porque no van a quedar a la vista sino sepultadas bajo capas de delicioso marcaporne)
Colocamos la galleta empapada en el fondo de nuestro vasito (escoged un vasito de diámetro similar al de la galleta):
Vertemos un par de cucharadas de crema de mascaspone y huevo:
Colocamos otra galleta empapada en café:
Opcionalmente, puede añadirse algún chorretón de sirope de chocolate (yo utilicé éste) o, en su defecto, unas cucharaditas de Nocilla (yo suelo usar ésta) La Nocilla y el sirope no se solidificarán al refrigerar el tiramisú.
Procurad servir el sirope en contacto con el cristal interior del vaso, así se formarán esos estratos tan fotogénicos.
Cubrimos los vasos con el resto de la crema de tiramisú:
Introducimos los vasitos en la nevera y mientras tanto preparamos la cobertura de nata y mascarpone.
Esta cobertura tampoco es imprescindible (y los super puristas que se nieguen de plano a emplear nata en un tiramisú, pueden obviar este paso) pero, sinceramente, está muy buena.
En un bol bien frío (mejor si es de cristal o de metal) montamos la nata hasta que forme picos:
En otro recipiente batimos muy ligeramente el mascarpone y el azúcar (o tagatosa), lo justo para que se mezclen:
Incorporamos la nata montada, poco a poco, a la crema de mascarpone utilizando una espátula:
Rellenamos una manga pastelera con la crema de nata y mascarpone y coronamos cada uno de los vasitos con un bonito remolino utilizando una boquilla de estrella:
Espolvoreamos la cobertura con una pizca de cacao puro en polvo y unas galletas trituradas.
Introducimos de nuevo los vasitos en la nevera durante un mínimo de 3 horas o (preferiblemente) toda la noche.
La espera tiene recompensa:
Para una versión más fiel al postre original, pueden emplearse bizcochos mojados en el café, en lugar de galletas de chocolate. O utilizar galletas tipo Digestive, que se empaparán más fácilmente y cuya textura será similar a la de un bizcocho.
Otra posibilidad es añadir una cucharadita de café con licor al relleno para potenciar su sabor.
Con vuestro permiso, voy a seguir despidiéndome de estas preciosidades.
Buen verano y hasta la vuelta 😉
Tiempo: 40 minutos (preparación) + 12 horas (refrigeración)
Dificultad: media