Tengo formada una idea bastante clara de cómo sería mi cocina perfecta.
Para empezar, tendría unos 30 metros cuadrados (mi imaginación trabaja a lo grande) y unos enormes ventanales con vistas a un frondoso jardín rodeado de árboles. Los muebles serían blancos, habría montones de aparadores de cristal y las paredes estarían paneladas con madera lacada, dejando partes de ladrillo visto. Obligatorio un enorme fregadero Belfast (esos que parecen abrevaderos para ganado) y una preciosa mesa rústica en la que siempre habría un jarrón de flores frescas a las que nunca haría falta cambiar el agua (mi imaginación también es muy vaga) Por supuesto, quedaría espacio para una amplísima despensa oculta tras un portón corredero estilo granja y una isla de mármol (me vale imitación) suficientemente grande como para jugar a ping-pong.
Pero lo más importante es que, por las mañanas, esa cocina olería siempre a bizcocho de limón y a café recién molido.
Y por las tardes a galletas de mantequilla y a masa de brioche.
Y por las noches desprendería un perfume a albahaca y orégano, a salsa arrabiata (espesa y picantona) cociéndose a fuego lento, a cebolla frita y (¡cómo no!) a queso fundido.
Es decir, olería a clásica trattoria, que es a lo que deberían aspirar todas las buenas cocinas.
Dudo que algún día consiga mi cocina ideal, salvo que un filántropo lector contribuya generosamente a la causa (ahí lo dejo caer…)
Pero hoy puedo decir que si cierro los ojos e inspiro profundamente, percibo ese aroma a especias, a mozzarella y a tomatitos macerados en aceite de oliva.
Porque hoy mi cocina huele a…
El secreto está en dos palabras: «pizza montanara». O lo que es lo mismo: pizza frita.
«¡¿Pizza frita?!», oigo repetir a algún incrédulo.
Habéis oído bien.
Porque los italianos, cuando inventan un plato, lo bordan. Y cuando lo mejoran, alcanzan cotas de absoluta perfección.
¿Qué puede superar a una masa de pizza casera?
Pues una masa de pizza impregnada en el sabor del aceite de oliva, extra esponjosa y crujiente, tierna y jugosa.
Si sois lectores habituales, encontraréis un cierto parecido con el lángos, una masa de pan frita de origen húngaro que también os recomiendo probar.
La pizza montanara es una delicia que descubrí en «Saveur» y que «Half Baked Harvest» también hizo suya. Ambas recetas emplean una salsa marinara a base de tomate, ajo y albahaca que yo he sustituido por una variedad de ingredientes, desde la calabaza (estamos en temporada) a la cebolla morada, pasando por el pimiento choricero (una fantástica y sabrosa alternativa a la salsa de tomate) y tres tipos de queso: mozzarella, cheddar y feta. Los queso-adictos profesionales pueden añadir un cuarto queso (parmesano rallado) tras el horneado.
¿Cómo pinta?
Después de freír la masa y cubrir la pizza con los ingredientes, la he gratinado en una sartén de hierro fundido. Concretamente en una «Lodge» americana de 9 pulgadas (22,9cm) comprada en Amazon (puro capricho) por poco más de 33 euros (un capricho asequible) Este paso no es imprescindible pero, gracias a la temperatura que puede alcanzar el hierro, la masa queda más crujiente. Si tenéis una piedra de horno, podéis emplearla exactamente igual. Si no tenéis ni una cosa ni otra, podéis hornearla sobre una bandeja o un molde agujereado para pizzas normal y corriente.
Ingredientes (para 2 pizzas de 20cm diámetro):
Ingredientes para la masa:
* 150 gr agua tibia
* 5 gr levadura seca de panadería
* ¼ cucharadita de azúcar (opcional)
* 300 gr harina
* 30 gr aceite oliva virgen extra
* 8 gr sal
* un puñado de hojas de albahaca fresca
Resto de ingredientes:
* 2 cucharadas de pimiento choricero en pulpa (o salsa de tomate concentrado)
* 1 cebolla morada pequeña
* calabaza en lonchas muy finas
* tomatitos deshidratados y en aceite de oliva
* espárragos verdes finos
* salchichón en lonchas
* 15 gr (una cucharada) de medallones de queso de cabra (sin corteza) o de queso feta
* queso cheddar en lonchas
* mozzarella fresca
* una pizca de orégano seco
* una pizca de pimienta negra molida
* un puñado de hojas de albahaca fresca (para decorar)
* queso parmesano rallado (opcional) (para decorar)
Esta pizza Montanara también tiene vídeo musical. Para esta receta y otras, echad un vistazo al canal de Youtube de Rico sin Azúcar:
Preparamos la masa 48 horas antes de preparar la pizza (o 24 horas si, como yo, no planificáis con tanta antelación)
Para ello, comenzamos diluyendo la levadura seca de panadería en los 150 gr de agua tibia y agregando ¼ cucharadita (una pizca) de azúcar. De este modo se activa rápidamente la levadura pero si no queréis emplear azúcar, podéis mezclarla con unas cucharadas de harina. El efecto no será tan apreciable, pero ayudará a despertar la levadura.
Dejamos reposar la mezcla 10 minutos hasta que empiece a formarse una espuma en la superficie (ésa es la levadura activándose como loca gracias al azúcar):
Vertemos la mezcla en un recipiente grande o el bol de la amasadora y agregamos el resto de ingredientes:
Cortamos con unas tijeras unas cuantas hojas de albahaca fresca y las agregamos:
Amasamos con ayuda del garfio de la amasadora durante 8 minutos (un poco más si se hace manualmente) hasta que la superficie de la masa quede bien tersa, fina y elástica:
Formamos una bola y la dejamos reposar en el recipiente, tapado con un paño o un plástico en un lugar cálido (por ejemplo, el interior del horno a 30ºC), durante 1 hora, o hasta que doble su volumen.
Transcurrido ese tiempo, la pasamos a otro recipiente ligeramente engrasado, lo tapamos de nuevo, y la refrigeramos durante 24 ó 48 horas. El motivo es que la masa, fermentando lentamente, se impregna de los aromas del aceite y gana en textura. Confiaremos:
Al día siguiente (o al cabo de 2 días), retiramos la masa de la nevera y dejamos que se temple un par de horas antes de preparar las pizzas:
Mientras tanto, calentamos el aceite en una sartén y freímos las rodajas de calabaza (cortada bien fina) y los aros de cebolla. No encuentro que sea necesario salpimentarlas porque las pizzas llevan cantidades importantes (¡ingentes!) de queso:
Reservamos.
Mientras freímos las verduras colocamos la sartén de hierro fundido en el fuego a alta temperatura. Encended el extractor de aire porque es probable que empiece a humear (si humea demasiado, bajamos un poquito la intensidad del fuego, pero necesitamos que esté muy muy caliente)
Otra opción es calentarla en el interior del horno encendido a 235ªC. Este paso es importante porque la sartén debe estar ya caliente cuando coloquemos la masa de pizza:
Dividimos la masa en dos porciones iguales para formar 2 pizzas individuales:
La volcamos sobre una superficie ligeramente enharinada o sobre una hoja de papel de horno, y empleando el talón de la mano, la vamos aplastando y estirando dándole forma circular (de 20cm de diámetro, aprox) y dejando un borde exterior de unos 2 centímetros:
Pinchamos el fondo de la pizza con un tenedor:
Vertemos un poco más de aceite en la misma sartén donde freímos la cebolla y la calabaza y lo calentamos a fuego bien alto (no medí la temperatura con un termómetro, pero debería rondar los 180ºC) Con cuidado, colocamos la pizza sobre la sartén y la freímos por ambos lados hasta que tome un bonito color dorado:
Con ayuda de una espumadera o de dos palas de madera la trasbasamos de nuevo a nuestra hoja de papel de horno y repartimos encima los ingredientes.
Esparcimos una primera capa de pimiento choricero en pulpa (o salsa de tomate concentrado) y una pizca de orégano:
Repartimos la mitad de la calabaza y cebolla fritas:
Repartimos una cucharadita de rulo de queso de cabra (o queso feta):
Cubrimos con un par de lonchas de queso cheddar y mozzarella fresca y espolvoreamos con un poco de pimienta negra molida y orégano:
En la segunda pizza repartí el resto de calabaza y cebolla fritas y añadí un par de lonchas de salchichón, dos lonchas de queso cheddar, mozzarella fresca y dos espárragos verdes finos:
Transportamos la pizza con la hoja de papel de horno y la colocamos en la sartén de hierro caliente. La sartén estará muy caliente, así es que ¡ojo con no quemarse!
La introducimos en el horno justo debajo del gratinador (precalentado a 235ªC) durante 3-5 minutos o hasta que el queso se haya fundido:
Y del horno a la mesa:
Esta masa es sensacional: es pelín crujiente, como un bollito de pan recién hecho y mucho más sabrosa que una masa corriente que solamente se ha horneado.
Podéis sustituir o añadir ingredientes a discreción. Encuentro que la combinación calabaza-cebolla morada-queso de cabra es un acierto. Los espárragos también le pegan genial, y los tomatitos en aceite de oliva aportan una jugosidad y un sabor fantástico.
¿Y qué os voy a decir del cheddar y la mozzarella?
Si todo este tema de masas horneadas en sartenes y moldes de hierro os ha despertado la curiosidad, echad un vistazo a esta otra receta de pizza del blog «Bev Cooks».
Y si estáis preocupados por el aspecto calórico de la receta, repetid conmigo: «lleva verdura, lleva verdura, lleva verdura»…
Diez minutos así y adelgazamos un par de kilos. Fijo.
Tiempo: 25 minutos (preparación) + 1 hora (fermentación) + de 24 a 48 horas (refrigeración) + 5 minutos (horneado)
Dificultad: baja
que delicia de pizza, a mi me encanta comer una sabrosa pizza viendo una peli en la tele los fines de semana
Tu blog es precioso
Un saludo y hasta pronto
Rosa
Gracias, Rosa 😉
Un abrazo
Hola Helena!
Tu descripción de la cocina de ensueños es muy parecida a la mía! Me ha encantado!
Que sincronicidad, otro día pensaba si no había alguna receta de pizza que se podría freírla en vez de asarla por pereza de encender el horno. Y es que hoy veo esta receta y dije síííííí jajajajaja!
Muchas gracias!
Un abrazo,
Vera
Me alegro que te guste, Vera.
Como ves, lo mejor ya está inventado 😀
Un abrazo
Acabo de cenar y creo que tengo hambre otra vez. Yo tampoco es que sea una gran cocinera, pero me apunto esta receta para probar suerte. ¡Qué pintaza!
Hoy es la primera vez que leo tu blog y estoy alucinando con la cantidad de recetas que nos ofreces; estaré al acecho, :).
Gracias, Sensi, ¡y bienvenida!
Quédate y acecha todo lo que quieras. Estás en tu cocina 😀